Abrir un restaurante no es solo hacer buenas burgers o tener una carta chula.
Es pelear con proveedores, con licencias, con horarios que nadie ve, y con una silla vacía que pesa más que una de hierro.
Aquí no te vamos a vender humo.
Montar algo propio es duro, pero no imposible. Y sí, hay formas de hacerlo sin dejarte los ahorros, la salud mental y el sueño por el camino.
¿Lo esencial?
Tener claro lo que vendes, a quién se lo vendes y por qué alguien va a elegirte a ti en vez de a la pizzería de la esquina.
Después, ya hablaremos de redes sociales, decoración y nombres cool.
¿Nuestro consejo?
Empieza pequeño, rodéate de gente que sepa más que tú y no hagas caso al cuñado que dice que con «una buena hamburguesa» basta.